La diferencia entre la felicidad y el placer es un debate que siempre sale en consulta y en las formaciones. Muchos de mis pacientes llegan a mi gabinete con una sensación muy desagradable con la vida y con ellos mismos. Por algún motivo, han acabado entrando en círculos viciosos donde a largo plazo sólo les provoca mayor malestar, sin embargo, siguen ahí. ¿Por qué? La clave en la mayoría de los casos suele estar en el mantenimiento de estrategias de afrontamiento a corto plazo disfuncionales, pero que a ellos les provocan cierto “bienestar”, o mejor dicho, les reduce el malestar. Sin embargo, esto, mantenido en el tiempo, hace que se encuentren cada vez peor.
¿De qué estamos hablando? Para ser más claros, me estoy refiriendo a la diferencia entre la felicidad y el placer.
¿Es lo mismo la felicidad que el placer?
Rotundamente no. Ni si quiera a nivel neurológico tiene los mismos mecanismos de actuación. Tenemos que entender, en primer lugar, la diferencia entre la serotonina y la dopamina y sus funciones en el cerebro y nuestro organismo:
- La dopamina es el neurotransmisor encargado de nuestro placer, satisfacción inmediata, el éxtasis o esa sensación de placidez que sentimos cuando logramos algo,
- La serotonina, por otra parte, es un neurotransmisor con un papel súper importante en el cerebro, te hace sentir en calma, tranquilo, estar de buen humor, regula el apetito y los ciclos de sueño, hace que controlemos la agresividad e inhibe el dolor.
¿Qué quiere decir esto? Seguramente ya estés haciendo ciertas deducciones, y es que la dopamina es la encargada del placer a corto plazo, pero eso no se traduce en felicidad. Si la felicidad fuese este estado de placer, ¿sabéis quiénes serían los más felices del mundo? Pues efectivamente, los drogadictos. Y sin embargo estas personas no sólo no son felices, sino que se suelen encontrar en situaciones muy aversivas donde han perdido todo lo que ellos consideraban importante. Siguen enganchados a esa (dopamina) droga ya que les provoca a corto plazo ese estado de euforia y bienestar, el cual también “ayuda” erróneamente a evitar esas sensaciones de malestar que puedan estar sintiendo (derivado ya, en casos avanzados, de tener una vida totalmente disfuncional por la propia droga).
Lo mismo ocurre con la alimentación, con el consumo de alcohol, con las compras, y no sólo en estados adictivos donde la dopamina juega un papel fundamental. También ocurre en situaciones tóxicas en las relaciones de pareja, y un sinfín de comportamientos que, a corto plazo, nos hacen sentir bien, pero que a largo plazo nos provoca más bien una insatisfacción. Ahora hablaremos de las principales diferencias entre la felicidad y el placer:
¿Qué características tienen los circuitos dopaminérgicos o de placer?
- Son adictivos
- A corto plazo
- Suele ser visceral, es decir, lo sentimos fisiológicamente, en el cuerpo
- Empuja a recibir
- Se suele experimentar de forma autónoma o en solitario
- Suele estar relacionado con la sensación de “nunca es suficiente”
- Promotor de las conductas adictivas
¿Qué características tienen los circuitos serotoninérgicos o de felicidad?
- En este caso no es adictivo
- Suele funcionar a largo plazo
- Se siente de una forma menos visceral, más etérea o abstracta
- Incita a dar
- Se suele compartir o tener un comportamiento más social
- Hace que sintamos “me siento bien y esto es suficiente”
- Tener escaso de esto desencadena en depresión