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El optimismo tóxico

Frases como las siguientes son escuchadas constantemente en nuestro día a día sin apenas darnos cuenta, y generan en nosotros y nosotras una serie de consecuencias negativas. ¿En qué frases podemos ver ese optimismo tóxico?

“Si quieres, puedes”

“Si lo crees y lo piensas, se convertirá en realidad”

“Tú puedes con todo”

Cuando escuchamos este tipo de frases pueden sentirse en primer momento como una serie de argumentos motivadores, que nos recargan de energía y nos recuerda lo poderosa que puede ser la mente. Pero, ¿realmente estas autoinstrucciones que nos decimos, sirven?

Qué fácil sería verse al espejo cada mañana y decirse: “todo va a salir bien” “puedes con todo” “estás guapa, créetelo” “no pienses en negativo”, y que estas afirmaciones, sólo por el hecho de decirlas, se conviertan en realidad. Si esto ocurriese, ¡para qué estaríamos los psicólogos!

El auge del optimismo tóxico

Las redes sociales y los libros de autoayuda han sido los medios más explotados para el uso y expansión de este optimismo tóxico. La literatura se vuelve vaga y banal, con mensajes generalistas y llenos de positivismo válido para algunos pocos que necesitan como el comer esos mensajes de alivio inmediato.

El optimismo tóxico y excesivo que estamos recibiendo nos hacen sentir en muchas ocasiones confundidos y culpables. Todos sabemos la importancia de las emociones negativas, y escucharlas puede ser en ocasiones muy beneficioso. La tristeza y el llanto existen para desahogar una pena que hemos sufrido, para compartir estos momentos tan duros, y para, de alguna forma, sentirnos apoyados por los demás. Ser escuchado y comprendido, reduce paradójicamente nuestro malestar. Si, en lugar de sentirnos comprendidos, lo que recibimos son mensajes invalidantes como “no te deberías sentir así” “no te preocupes” “no llores” “pero si no es para tanto”… lo que ocurre es que estamos incrementando aún más la sensación de incomprensión, de no validación en la persona que tenemos delante, y aumenta aún más su malestar, su culpa por sentirse así.

La presión social tiene por lo tanto mucho que decir aquí. Cuando la gente no consigue cumplir esos cánones sociales, se empieza a trasladar otra serie de mensajes aún más tóxicos “si no lo consigues es porque no quieres” “si no eres feliz es que algo estarás haciendo mal”, etc. Seguimos, de nuevo, en ese bucle del “no sentirnos mal es la solución”.

Abrirnos a experimentar emociones negativas

Aceptar nuestras emociones negativas no significa quedarnos enganchadas en ellas. Podemos escucharlas, entenderlas, expresarnos y desahogarnos. Dar pie a que esas emociones existan, si realmente las tenemos. Una vez superado esto y le hayamos hecho hueco, podemos aprender a ampliar el foco y ver qué más emociones están surgiendo dentro de nosotros, qué cosas podemos hacer que estén a nuestro alcance para empezar a sentirnos mejor. Pero sin prisa, sin presiones, poco a poco y asumiendo que será difícil.

Las personas que padecen depresión profunda se sienten mal porque no saben estar bien, pero ellos quieren. Lo intentan todo, y lo que sienten constantemente es un mensaje de culpa por no hacerlo correctamente. Este malestar se une a todos los demás que ya se tenía, acrecentando aún más la sensación de culpa. Consecuencia de ese optimismo tóxico.

Las personas con ansiedad luchan por no tener ansiedad, y hacen mil y una acciones para deshacerse de ella. No se trata de quitártela, se trata de obviarla, de guardarla en tu bolsillo y andar con ella hacia aquello que temes.

¿Qué consecuencias tiene el optimismo tóxico?

Aumenta la culpa, la ansiedad y la tristeza, como hemos dicho antes. La consecuencia del optimismo tóxico y de no aceptar nuestras emociones desagradables conlleva necesariamente a un malestar por no saber cómo estar mejor, por compararse con los demás burdamente y sentir que no puedes salir de esa situación por tus propios medios.

No hay aprendizaje. Si negamos que hemos hecho las cosas mal, que pueden ocurrir cosas negativas en ocasiones o que nos sentimos de cierta manera, estamos cerrando la puerta a muchas emociones que pueden decirnos cosas muy útiles. A veces la tristeza es una manifestación para que cambiemos una situación vital que no nos gusta, la ira es una demostración de una injusticia y la ansiedad, en ocasiones, puede verse como una muestra de que existe cierta situación de alarma y tenemos que mantenernos alertas.

Sesgamos la realidad. Asumir lo negativo, en ocasiones nos hace reconocer fallos y saber cómo no volver a cometerlos. Nuestro malestar es una señal del cuerpo de que algo no va bien, y en algunas ocasiones puede darnos la alarma de algo que tenemos que cambiar.

No cumplimos expectativas. Si no vemos nunca las posibilidades realistas o la evidencia de una determinada acción o acto, puede que creemos falsas expectativas con respecto al futuro, los demás, y nosotros. Tan malo es creer que vamos a aprobar un examen si no hemos estudiado, como creer que no lo vamos a aprobar si hemos estudiado. ¿Cuál es la respuesta más oportuna y realista? “Si estudio mucho, tendré más probabilidad de aprobar”.

Recuerda que si te ves abrumado por alguna situación, pedir ayuda es muy valiente.

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